(Por: Rafael Dupouy Gómez)
La gran rejoneadora Ana Beatriz Cuchet, debutando en la Plaza de Toros
de Acho, Perú, el 10 de diciembre de 1950, con reses de la ganadería de los Señores
José Antonio Dapelo e hijo. Foto y crónica enviada por Miguel Cuchet Cabañas a Florencio Gómez Núñez. (Archivo: Hnos Dupouy Gómez).
En este artículo deseo compartir con los aficionados la crónica taurina
publicada en el periódico "La Crónica", de Lima, Perú, el 11
de diciembre de 1950, que nos narra lo acontecido en el debut de la rejoneadora
Ana Beatriz Cuchet, hija del magnífico rejoneador español Miguel Cuchet, tan
recordado en tierras americanas, muy especialmente, en mi país Venezuela.
Miguel Cuchet, entrañable y consecuente amigo de mi abuelo Florencio
Gómez Núñez, le envió por correo la crónica del debut de su querida hija Ana
Beatriz en la bicentenaria e histórica Plaza de Toros de Acho, Perú, el 10 de
diciembre de 1950. La cariñosa correspondencia dirigida a mi abuelo, incluyó
unas fotos de ella actuando en los cosos peruanos de Acho (estrenándose la
ganadería de los Sres. José Antonio Dapelo e hijo), Tarma y Trujillo ante reses
de la ganadería de "La Viña".
A continuación, la interesante reseña taurina:
UN ESPECTÁCULO INDEFINIBLE…
El toreo a caballo -toreo a la jineta le llaman muchos tratadistas- es
una antiquísima actividad taurina que se pierde -también como dicen algunos- en
la noche de los tiempos. Es muy anterior, claro está, al toreo pedestre,
habiendo sido éste, en sus orígenes, ayudante de aquél. Luego, pues, el toreo a
caballo no es una actividad subalterna, adosada -diría así,- al toreo sino
principal y sustantiva.
Hoy mismo, el toreo a caballo -la suerte de picas- es esencial hasta el
punto de que sin él carecen de importancia las corridas de toros. El toreo a
caballo comenzó con el alanceo, que practicaban gentes muy principales,
ayudadas por plebeyos toreros pedestres. Después del alanceo, vino el rejoneo,
que se practica en dos estilos: a la lusitana -Mascarenhas, Simao Da Veiga,
etc.- y a la andaluza -no confundido con el campero- que practican Pepe Anastasio,
el Duque de Pinohermoso, etc. Este último toreo tiene su más empinada
representación, su mejor intérprete, en Conchita Cintrón, la bella rejoneadora
peruana, magnífica artista del toreo a la jineta y del toreo a pie.
Otra gráfica de la rejoneadora Ana Beatriz Cuchet, debutando en la Plaza
de Toros de Acho, Perú, el 10 de diciembre de 1950, con reses de la ganadería
de los Señores José Antonio Dapelo e hijo. (Archivo: Hnos Dupouy Gómez).
En los circos -en las Plazas de Toros peruanas- ha surgido una nueva
estrella del rejoneo o toreo a la jineta. Se llama Ana Beatriz Cuchet. Está en
sus comienzos y éstos son, indudablemente promisorios. Es una estrella en
trance ascencional. Hija de un gran artista -de Miguel Cuchet- Ana Beatriz ha
heredado de su padre aquel dominio absoluto de la cabalgadura. Amazona llena de
maestría, Ana Beatriz conoce los secretos más profundos de la equitación. Y
está adentrándose en los del toreo, bajo la segura guía paterna. Ayer la vimos
desenvuelta, segura y dominadora. Haciendo los "tercios" de la lidia
y llevando, ésta, con precisión. No se excedió en los castigos. Obligó, cuando
fue necesario, a la res. Y le pisó los terrenos en varias ocasiones. Todo eso
obligó a los aplausos. Y como Ana Beatriz Cuchet y Sanz de Santamaría, además
de buena artista, es una chiquilla fina como una Tanagra, bella, graciosa y
esbelta, pues no le fue difícil triunfar en su primera actuación profesional en
la histórica e historiada Plaza de Acho. Más bien, su triunfo fue fácil. La
ayudó a él su gracia y su simpatía. Lo hizo posible hasta el logro, su buen
sentido taurino, su indudable valentía, su arte de buena ley.
El novillo que le tocó a Ana Beatriz fue el menos malo del encierro.
Mansote para los caballos, fue bueno, empero, para la gente de a pie. Y se
creció después de un magnífico par de banderillas, dándole los terrenos de
adentro, obligando temerariamente, que le colocó en todo lo alto la bella
rejoneadora. Debo decir que todo el tiempo Ana Beatriz obligó y le porfió a su
novillo. Y que a otra caballista, de menos dominio y señoreo de la caballería,
le habría resultado casi imposible poder clavar, como clavó Ana Beatriz un
arponcillo y dos pares de banderillas, que fueron muy ovacionados.
Don FULANO
(Publicado en el periódico "La Crónica", de Lima, Perú, el 11
de diciembre de 1950).
Si desean ampliar la información sobre el rejoneador Miguel Cuchet y su hija Ana Beatriz Cuchet, pueden acceder mediante la siguiente dirección de enlace:
http://historiastaurinas.blogspot.com/2019/07/miguel-cuchet-un-senor-del-rejoneo.html?m=1
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