(Por:
Rafael Dupouy Gómez)
Debut en Venezuela
del “Monstruo” de Córdoba, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, en compañía del
diestro venezolano Julio Mendoza y el peruano Alejandro Montani en la Maestranza
de Maracay, el 1 de mayo de 1946. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Manuel Rodríguez
Sánchez “Manolete”, toreó en Venezuela dos corridas de toros en la Maestranza
de Maracay, los días 1 y 12 de mayo de 1946 y un festival benéfico en el Nuevo
Circo de Caracas, el 19 de mayo de ese mismo año. Estas fueron sus únicas
presentaciones en Venezuela.
“Manolete”, debutó
en Venezuela, actuando en la Maestranza de Maracay, el 1 de mayo de 1946. La
Organización Gago lo presentó, la primera tarde, alternando con el venezolano
Julio Mendoza Palma y el diestro peruano Alejandro Montani con toros de
“Guayabita”.
El toro de nombre
“Naranjito”, negro, marcado con el número 316, segundo de la tarde, fue el
primer astado que lidió “Manolete” en Venezuela, quien vestía un precioso traje
rosa y oro.
El cronista taurino
Guillermo Austria “Chavalo”, describió así el sensacional momento vivido en
Maracay (Venezuela) con el debut de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” que
tanta expectación y emoción despertó en la afición:
“El prodigioso cordobés saluda al guayabitero con cuatro
verónicas para las cuales habría de inventar una adjetivación especial. Sin
aspavientos ni contorsionismos, aquellos lances fueron simplemente soberanos,
mandones, pletóricos de gracia, serenidad y arte, rematados luego con la ya
célebre media verónica de su exclusiva propiedad, por la manera nunca
sospechada con que el “Monstruo” la realiza. Otras dos verónicas, una revolera
y repetición de su inverosímil media verónica integraron su labor del primer
quite, dejando en el ambiente una sensación de grandeza indiscutible.
Brinda desde los medios y comienza la sensacional faena
de muleta con pases por alto y por bajos ayudados que dejan a la clientela
desconcertada, asombrada, convulsa de una sensación jamás sentida ante
semejante prodigio de serenidad y mandonería. La muleta en manos de “Manolete”
tiene vuelos inaugurales. Todos creíamos que lo que hizo no se podía ver nunca.
Se acerca, se arrima y luego se pega del toro con el mismo desenfado de una
vaca.
“Manolete” durante su actuación en la Maestranza de
Maracay, Venezuela, en 1946. Fotos Villa. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Con dibujados naturales y tiránicos derechazos, se fajaba
inverosímilmente el toro, alrededor. Las manoletinas, primorosa suerte de su
invención, prendieron en el ambiente de la plaza la somnolencia embriagadora de
un perfume, y otra serie de naturales, dados ahora con una exclusiva forma
avasallante de correr la mano mirando a los tendidos, vertió más sobre el ruedo
el vértigo del público hecho clamor de emocionado vocerío.
El hecho de haber tenido necesidad de recurrir al
descabello después del espadazo que “sopló” al final, negó la posibilidad de
adquirir en este toro algún simbólico trofeo. Pero ahí ha quedado, y de manera
indeleble en la memoria de cuantos le vimos, la fantasmagoría real de todas sus
faenas. La ausencia del galardón no afecta al mérito”.
En el quinto de la
tarde, segundo de “Manolete”, el famoso diestro cordobés lo toreó
primorosamente de capa pegándole al toro cuatro verónicas antológicas. Con la
muleta ejecutó variados pases con ambas manos que fueron muy ovacionados. Entró
a matar con decisión saliendo lastimado en el encuentro, recibiendo un pequeño
varetazo en el estómago, siendo inmediatamente conducido hacia la enfermería de
la plaza donde el eminente doctor José “Pepe” Izquierdo le realizó una adecuada
cura y tratamiento. Al toro que no pudo matar “Manolete” por el pequeño
percance recibido, lo despachó el venezolano Julio Mendoza habilidosamente con
la puntilla.
El 12 de mayo de
1946, se volvió a presentar en la Maestranza de Maracay “Manolete” en un mano a
mano con el diestro mexicano Carlos Arruza, actuando como sobresaliente el
novillero venezolano Oscar Martínez. Llovió mucho ese día, pero los allí
presentes pudieron ver enfrentarse a los dos colosos de la torería
contemporánea.
“Manolete”, vestía
traje de obispo y oro, mientras que su gran amigo el mexicano Carlos Arruza,
llevaba puesto un traje tabaco y plata aquella tarde. El crítico taurino
Guillermo Austria “Chavalo”, nos describe la actuación de “Manolete” y Arruza,
el día de la histórica tarde del mano a mano:
“Aquellas verónicas de “Manolete”, aquellos sus naturales
sus “manoletinas”, su pase de trinchera, los de pecho, en fin todo lo que en
cantidad y calidad nos hizo, ante nuestros ojos aparecían como cosas nunca
vistas. Como si fueran de estreno. Nos traían una sensación nueva. Un
enervamiento desconocido hasta ahora. El extracto era el mismo pero distinto su
perfume. Aquello era el zumo de mil flores del jardín de las delicias, del
huerto de las maravillas. Nada lograríamos con intentar reseñarlo. Aquello era
indescriptible. Fue inefable. Una oreja en uno y dos orejas en otro, total:
tres orejas. Pero en realidad la cosa ha debido ser de esta manera: dos en el
primero y en el quinto, las dos, el rabo y una pata, pero el Técnico no supo
corresponder con entera justicia. Aquel quinto toro de “Manolete” merecía todos
los honores habidos y por haber”.
Aquellos tres escalofriantes faroles de rodillas con que
Carlos Arruza saludó al sexto guayabitero de la tarde. Cuando el bizarro y
temerario azteca dejó su posición de hinojos, en toda la plaza había un
mareante olor a cloroformo. En todas las absortas pupilas la visión del “hule”
humedeció los ojos de la tragedia. También como “Manolete” fue víctima de la
“pichirrería” del Técnico, y solo se llevó al final de la triunfal jornada,
cuatro orejas y un rabito, como si aquellos quinto y sexto toros no tuvieran
patas que cortar.
En hombros de una multitud más que entusiasmada,
enardecida, salieron por las calles de la ciudad afortunada este par de colosos
de la torería, después de haber dado cada uno a mares lo que tienen: el poder y
la fuerza”.
Posteriormente,
“Manolete” se volvió a presentar, el 19 de mayo de 1946 en un festival taurino
a beneficio de la Campaña Nacional de Alfabetización, realizado en el Nuevo
Circo de Caracas, con toros de “Guayabita”, alternado con Julio Mendoza, Rafael
Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” y los hermanos venezolanos, Oscar y
Ricardo Martínez. En ese festival se despidió “Manolete” de la afición
venezolana y del público de América.
“MANOLETE” Y ARRUZA VISITARON A FLORENCIO GÓMEZ NÚÑEZ
En mayo de 1946,
Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” y el torero mexicano, Carlos Arruza,
durante su estadía en Maracay, visitaron a mi abuelo Florencio Gómez Núñez en
su quinta “La Macarena”. Ambos vinieron acompañados de sus apoderados.
“Manolete”, en compañía de José Flores “Camará”, muy amigo de mi abuelo, al que
conoció desde que se inició en el mundo del toro, primero como torero y después
como apoderado y Carlos Arruza con Andrés Gago, quien también contaba con la
amistad de mi abuelo, siendo un gran empresario sumamente atento y cordial.
Recordaba mi abuelo
Florencio: “Gratamente recibí la visita
de “Manolete” y Arruza con sus respectivos apoderados junto con mi señora Elena
y mis pequeños hijos, Rosa Elena y Florencio Vicente Gómez Arráiz. Al llegar
los toreros y bajar del coche, los saludamos cariñosamente y los invitamos a
pasar a la casa que fue diseñada por mi amigo Carlos Raúl Villanueva,
considerado como el mejor arquitecto venezolano de todos los tiempos, siendo
también el artífice de la Plaza de Toros Maestranza de Maracay que le
encomendamos construir y que fue inaugurada, el 20 de enero de 1933.
Ocurrió una anécdota muy curiosa con la visita de
“Manolete”, porque nosotros teníamos en la casa, dos perros de raza Boxer, muy
fuertes y bravos, a los que la mayoría de las personas que visitaban la casa
les tenían mucho cuidado y respeto. “Manolete”, llevaba elegantemente su
chaqueta puesta por los hombros y después de ver a los dos perros merodeando
bastante cerca de él, muy inquieto, se dirigió a nosotros, diciéndonos:
“¡A
estos perros, yo les tengo mucho más miedo que a los toros!”.
Finalmente, todos nos echamos a reír, después de aquel
comentario que “Manolete” manifestó, demostrándonos el pánico que tenía ante
los perros. Estuvimos conversando largo rato en un salón de la casa, donde
todavía conservo el juego de recibo donde se sentaron “El Monstruo” cordobés y
“El Ciclón” mexicano, junto a sus apoderados”.
Durante su estadía
en Venezuela, “Manolete” y Arruza, estamparon su firma autógrafa con una bonita
dedicatoria a mi abuelo Florencio en su álbum taurino, donde también aparecen
las expresiones de amistad y cariño de grandes figuras del toreo que conoció a
lo largo de los años, desde la fecha inaugural de la Plaza de Toros de Maracay
en 1933.
Rafael Dupouy Gómez, autor del artículo, muestra la entrada del mano a mano en la Maestranza de Maracay entre el “Monstruo” cordobés y el “Ciclón” mexicano y la firma autógrafa de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”
con dedicatoria a Florencio Gómez Núñez que dice: “Al gran aficionado y buen amigo Florencio Gómez con un abrazo, Manuel
Rodríguez Sánchez “Manolete”, Caracas, 12 de mayo de 1946”. (Archivo: Hnos.
Dupouy Gómez).
“Manolete”, fue un torero excepcional,
tenía una gran personalidad y prestancia en la plaza. Así lo recordaba con
añoranza mi abuelo Florencio Gómez Núñez:
“Mi
impresión sobre “Manolete”, es la que nos ha causado a todos los taurinos. Yo
lo califiqué siempre como una figura única, fuera de todos los grupos y
escuelas taurinas tradicionales. "Manolete" fue un torero magnífico,
porque lidiaba de igual manera a todos los toros y a todos los toros les hacía
faena. ¡Qué difícil era lograr eso! Ese ha sido, indiscutiblemente, el gran
mérito de "Manolete", que no se puso él a tono con los toros, sino
que puso a los toros a tono con él. Yo creo que "Manolete" ha sido el
torero con más valor de verdad que ha tenido el toreo. Le imprimía, con su
carácter serio y sobrio, un sentido de solemnidad a lo que hacía, mostrando una
verticalidad y una quietud asombrosa ante la cara de los toros. Era una
constante en “Manolete”, la seguridad, verdad y decisión al ejecutar la suerte
suprema.
Para mí ha sido un caso excepcional en el toreo. Toda
persona o aficionado que recuerde alguna faena de Manuel Rodríguez Sánchez
“Manolete”, no podrá olvidar nunca en su vida a esta gran figura del toreo y lo
que significó para la Fiesta Brava”.
A la
izquierda: “Manolete” en Maracay, Venezuela, año 1946 (Foto: Pérez). A la
derecha: Rafael Dupouy Gómez ante la hermosa estatua de Manuel Rodríguez
Sánchez “Manolete”, titulada “Su último brindis”, obra realizada por el gran
escultor madrileño Emilio Laiz Campos que se encuentra en la Plaza de Toros
Maestranza “César Girón” de Maracay. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
He querido dedicar
este recuerdo a “Manolete” en el 70º Aniversario de su debut en Venezuela.
Rafael Dupouy Gómez